Dios
se ha revelado a nosotros como el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, tres personas en un Dios. De esta manera Dios quiere para
nosotros entender y relacionarnos con él. Para pensar en él de otra
manera es negar su Palabra inspirada.
Entonces,
no es aceptable para llamar a Dios nuestra madre. Los que hablan de
una Madre celestial tienen otra religión, no la fe cristiana.
También, es idolatría orar a la Virgen María en lugar del Padre o
el Hijo o el Espíritu Santo, o hablar de ella como la Reina de los
cielos o Co-Redentora.
Dios
es Padre de todo ser humano por causa de la creación (Génesis 1:
26-28). “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo
creó; varón y hembra los creó.” Ambos sexos fueron creados en la
imagen de Dios, es decir, con la capacidad para vivir con sabiduría
y justicia, como Dios. Sin embargo, Dios los creó sin madre y ellos
andaban en el jardín con solo su Padre celestial.
Jesucristo
fue nacido de la virgen María por obra del Espíritu Santo, con un
Padre celestial. La relación primordial entre el ser humano y Dios
Padre todopoderoso se rompió por la desobediencia de Adán y Eva,
pero por causa de Jesucristo, el nuevo Adán, tenemos la
reconciliación con Dios. Somos hijos e hijas de Dios por adopción
en el bautismo que Cristo ha mandado.
En
el relato de Jesús y Nicodémo vemos a Jesús reafirmando la
necesidad de un nuevo nacimiento, ahora de agua y del Espíritu, esta
referencia nos lleva de nuevo a la obra de la Iglesia y su misión en
los medios de gracia: Bautizar, proclamar la Palabra de Dios,
mostrar su amor al mundo y enseñar a los nuevos creyentes.
Nacemos
de nuevo como hijos de Dios en los brazos de la Iglesia, que es la
comunión de todos los creyentes y el cuerpo de Cristo en este mundo.
Somos miembros de ella por medio del bautismo.
Además,
las Sagradas Escrituras hablan de Cristo como Esposo de su Iglesia y
en este contexto se evidencia la creación, sustento y permanencia de
la Iglesia. “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y
se allegará a su mujer, y serán dos en una carne. Este misterio
grande es: mas yo digo esto con respecto a Cristo y a la Iglesia.”
(Efesios 5: 31-32).
San
Juan en Apocalipsis 21: 9, “Y vino a mí uno de los siete ángeles
que tenían las siete copas llenas de las siete postreras plagas, y
habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la esposa, mujer
del Cordero.” y en Apocalipsis 22: 17, “Y el Espíritu y la
Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed,
venga: y el que quiere, tome del agua de la vida de balde.”
También
en el Evangelio según San Lucas 8:21 encontramos a Jesús diciendo a
la audiencia: “Mi madre y mis hermanos, son los que oyen la Palabra
de Dios y la cumplen”
Todos
tenemos una madre física y damos gracias a Dios por la bendición de
nuestras madres, pero hablando espiritualmente, como cristianos
nacemos, crecemos y somos sustentados por su palabra, en el seno de
la Iglesia.
Un Señor, una
fe, un bautismo. Efesios 4:5
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